sábado, 10 de marzo de 2018

DESDE EL DÍA DE LA MUJER UNA MIRADA A LA MUJER DESDE JESÚS

Esto aporta datos para forjarnos criterios frente a la inoperatividad y marginacíón de la mujer en la Iglesia

2f0ea3ad-3e23-4fd8-aec1-c04c243c8e00-vision1-696x522JESÚS CON LAS MUJERES
MANUEL BERMÚDEZ TRUJILLO*, activista CCP  Andalucía, numebt@gmail.com
JAEN.
Pretender que al hombre Jesús lo pudiéramos calificar de feminista sería un anacronismo. Entorno al siglo I la situación de la mujer no era muy distinta de la actual en muchos países -lejanos a nuestro entorno y cercanos, tanto que ni lo pensamos bien-, pero no existía otra cosa más que un fecundo, asfixiante e injusto patriarcado que incluso antropomorfizaba a Dios-Yaveh.
La tradición y costumbres judías, israelíes en general, tanto en lo religioso que abarcaba al gobierno y la administración, como lo social, sometían a las mujeres. Mujeres y niños eran considerados parte del patrimonio familiar del padre, cuando ellas aún eran solteras, del marido cuando eran casadas. Consideradas patrimonio personal y familiar, censalmente se contaban como medias personas, de ahí las curiosas cifras de los habitantes de ciudades, pueblos o aldeas palestinas. Hija o esposa desaparecían tras su marido en todo momento y lugar, viudas se constituían en anawin, pobres de solemnidad, apartadas, excluidas, al pairo de la buena voluntad. No debían -ni podían-permanecer solteras. No podían dirigirse a solas a un hombre ni este a ellas, menos acompañarlos o ser acompañadas si no se trataba de un familiar de primer grado. No debían manejar bienes fuera del matrimonio, y dentro de este siempre bajo el escrutinio del esposo. Impuras por naturaleza al estar castigadas con los ciclos menstruales, eran las indicadas para tratar con todo lo impuro: las letrinas, los cadáveres, los enfermos considerados como pecadores y doblemente impuros, aunque no tanto como sus cuidadoras. Si el esposo fallecía se debían a su cuñado, si él las divorciaba peligraba su honor y su vida, si se prostituían o -como solía decirse- se las hallaba en adulterio se las apedreaba hasta morir. Aunque ser madre diera alguna alegría, ser mujer no era nada exitoso en tiempos de Jesús (Jerusalén en tiempos de Jesús. Estudio económico y social del mundo del Nuevo Testamento. Jeremías, Joaquín. Ed. Cristiandad. Madrid 1977. Págs. 371 ss.).
Y sin embargo, los Evangelios muestran algo tan llamativo como histórico. La relación de Jesús de Nazaret, el hombre de Galilea, con las mujeres era impropia, inaudita, extraña desde todo punto de vista histórico-político y social, y desde el punto de vista humano, dignificante y respetuosa. Si la teología de la Liberación, así como mi propia experiencia de creyente en Jesús de Nazaret nos hablan de la opción preferencial por los pobres, lo humano nos habla de Jesús y su Dios, más que lo divino. Lo inmanente frente a lo trascendente. Lo humano frente a lo inhumano (La Humanidad de Jesús. Castillo, José María. Ed. Trotta. Madrid 2016. Jesús y las mujeres. Castillo, José María -artículo en Periodista Digital-).
Respecto de las mujeres, Jesús optó también por lo humano. Abolió el divorcio y el adulterio como lo que eran: motivo de sometimiento de las mujeres al capricho y poder de los hombres. Se dejó tocar por las mujeres, más aún acariciar y bendecir por los cabellos y el aceite caro de una mujer, públicamente. Sanó a enfermas, como la madre de Cefas, a endemoniadas, a la hemorroísa -cuyos flujos menstruales la atormentaban-. Habló a solas con extranjeras y excluidas religiosas, la samaritana, la cananea. Trató como amigas a quienes no pertenecían a su círculo familiar, Marta y María. Ellas lo acompañaban, financiaban su causa y él lo aceptaba.
Trataba igualmente con impuras, viudas, pobres, con posibles, ricas, solteras, casadas, obreras, amas de casa o pertenecientes a la corte real. Mujeres en importante número, algunas conocidas por su nombre o su procedencia familiar y geográfica fueron las únicas de su entorno que estuvieron a su lado durante su juicio, tortura y ejecución. Mujeres, según los evangelistas, fueron quienes recibieron en primer lugar la noticia del mayor evento tras su muerte (Ser mujer y judía en la época de Jesús. Eva y María como símbolos. Documentos del Ocote Encendido, nº 68. Ed. Camino. FUCLA -Fundación Universitaria Claretiana-Quibdó, Colombia; reeditado por el Comité Romero de Zaragoza).
Dicen los críticos de las formas y estudiosos de las escrituras en general, creyentes y ateos, que de los cinco criterios de historicidad, en lo relativo a su relación con las mujeres, se cumplen cuatro de forma positiva y uno, negativamente. Es el cien por ciento según esta ciencia auxiliar. Nadie que quisiese dar pábulo y publicidad a alguien, utilizaría estos argumentos que en su tiempo menoscababan su fama y honor, si no fuesen definitorios de su carácter, reveladores de su personalidad (Criterios de Historicidad de los Evangelios. Piñero, Antonio).
Así fue Jesús, el galileo respecto de las mujeres, con las mujeres. Así nos reveló a su Dios, Abbá  (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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