martes, 2 de enero de 2018

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¡Un feliz 2018 desde otros valores!

por Blogger
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¡UN FELIZ 2018 DESDE OTROS VALORES!JUAN ZAPATERO BALLESTEROS, zapatero_j@yahoo.es
SANT FELIU DE LLOBREGAT (BARCELONA).
ECLESALIA, 01/01/18.- Tengo la plena certeza de que el deseo de un ¡Feliz año!, será una de las expresiones que más vamos a oír durante el primer día del 2018 y también durante algunos días después. Lo haremos de palabra o a través de los diferentes medios que las técnicas actuales nos ofrecen. Estoy seguro de que, a pesar de las dosis de rutina que dicha expresión pudiera llevar en más o menos medida, nuestro deseo de felicidad será sincero cuando se lo expresemos a nuestros familiares, amigos y conocidos. Los deseos hoy por hoy aún siguen siendo gratuitos; por tanto, no me cabe la menor duda de que no vamos a entrar en el regateo a la hora de decirles que queremos que sean de verdad felices. Otra cosa sería que, junto a la palabra, hubiera que aportar también obras; pero no es el caso.
Por tanto, como no cuesta nada, ¡sigamos haciéndolo tal y como lo hemos hecho hasta ahora!; ¿qué motivos hay para lo contrario? Permitidme, sin embargo, que me convierta un poco en portavoz de lo que pensarán la mayoría, por la sencilla razón de que yo también lo pienso, cuando oigan los deseos de felicidad que les lancemos. ¿Cómo y de qué manera conseguiré dicha felicidad? Yo supongo que sobre esto habrá tantas teorías como personas o como grupos y lobbies. De entrada, me gustaría augurar que quienes pretendan aportar soluciones, lo van a tener muy crudo, por la sencilla razón que se las van a tener que ver con unos medios cuyo poder e influencia pueden llegar a ser letales por naturaleza. Cuando hablo de estos medios no me refiero a otros que a los que conocemos como “Medios de Comunicación Social”. Los tenemos demasiado vistos y oídos, ¿verdad? Pues sí; pero no por ello dejan de ser igualmente de perniciosos y nocivos a como lo han sido hasta ahora. El instrumento que pretenden hacer servir es conocido por todas, o por lo menos, por la mayor parte de personas y no es otro que el de dejarnos dominar por los sentidos corporales que es por donde, según dichos medios, nos llegan las sensaciones que, en principio, son las que nos deben aportar la felicidad que tanto anhelamos. Las sensaciones propias y peculiares de cada uno de los sentidos que, para que puedan convertirse en realidad y aportarnos esa felicidad tan anhelada, tanto nos van a exigir a nivel material principalmente, llegando en muchos casos al frenesí y a un cierto grado de locura que pueden llegar a provocar unas ansias inusitadas de visualizar lo máximo posible, de gustar los productos más sofisticados y exóticos que se puede llegar a imaginar, y así podríamos ir nombrando lo propio de todos y de cada uno de los sentidos. No importa si para ello tenemos que pagar buenas dosis de estrés y de ansiedad; ya estamos dispuestos o, para ser más exactos, ya nos han sugestionados para que lo estemos. Sin caer en la cuenta también que la mayor parte de las veces son sensaciones momentáneas que acaban dejando con demasiada frecuencia un buen lastre de frustración, malestar y desasosiego.
Pues bien, hay quien no se conforma o no nos conformamos con que la felicidad tenga que venir por estos caminos y mucho menos de manera exclusiva. Creemos que existe en nuestro ser de personas otros medios muy eficaces que nos pueden hacer felices de verdad. Medios que no tienen que estar en contradicción con los anteriores, ni mucho menos, pero sí deben ocupar un papel prioritario, porque, a mi parecer, son los únicos que pueden marcar el equilibrio de los otros. De entre estos medios, me gustaría destacar uno de manera especial: la capacidad de pensar y de reflexionar, propia y exclusiva, por otra parte, de los seres humanos. Al llegar aquí, no puedo por menos de traer a colación las palabras que un día pronunció el Dalai Lama: “He hecho un compromiso: de trabajar hasta que muera para dar a conocer que la fuente de la felicidad se encuentra dentro de nosotros”. Porque es dentro de ti y de mí donde anidan: la capacidad de amar, de contagiar paz, de vivir con sencillez; el conocimiento que te ayuda y me ayuda a descubrir que la bondad y la humildad son capaces de tirar por tierra todas las mayores grandezas construidas a base de orgullo y de soberbia; la convicción de que el odio nunca puede ser la respuesta al mal que otra persona te haya o me haya podido hacer; el deseo de amar sin poner nunca límites, porque es precisamente del amor de lo único que nunca nadie se harta; la compasión hacia quien la vida le ha tratado de manera injusta, sin entrar ahora a pensar en las posibles causas que hayan podido provocar semejante situación; la certeza de que el mundo comenzará a convertirse un poco más en familia en la medida que vaya dejando de ser un poco menos mercado, etc.
Pero, como todo en la vida, también esto tiene un precio. Pero no precisamente el que te imaginas, concretamente, el que muchos ricos querrían pagar, porque pueden, para llegar a conseguir esa felicidad que les niegan tantas y tantas sensaciones de las que están hartos. Es el precio del pensar, del reflexionar, del buscar espacios de soledad, etc., con un poco, o para ser más exactos, con un “mucho” más de frecuencia. Un precio que, además, está al alcance, por suerte, de los que menos tienen o de los que se consideran o consideramos menos afortunados. Aquí reside, precisamente, la grandeza del secreto.
¡Feliz 2018 desde las sensaciones que es bueno que disfrutes; pero no las dejes huérfanas de los valores que pueden hacer que sean equilibradas y que, entre otros, está la capacidad de meterte dentro de ti mismo/a y escuchar el profundo mensaje que, con toda seguridad, te van a ofrecer el silencio y la reflexión interior! (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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