martes, 21 de noviembre de 2017

MATEO 25, 14- 30



El Resucitado nos empuja a ser "comunidad de la esperanza"

Es urgente reavivar la experiencia de Cristo resucitado. De ella viven las
comunidades cristianas, desde ella crecen y comunican el Evangelio, desde
ella se  esfuerzan por abrir caminos al reinado de Dios y de su justicia en estos
tiempos en que la crisis ecológica, las guerras económicas, la globalización
excluyente de los últimos, la   crueldad de los terrorismos, la insolidaridad de
los países del bienestar, el olvido de la miseria y el hambre en el mundo,
plantean nuevos retos a una Iglesia llamada a contribuir desde su propia fe a
abrir caminos nuevos de justicia y de esperanza.
Estamos viviendo unos tiempos en que el desencanto, la desesperanza y la
tentación de resignación se extienden en no pocas comunidades cristianas, a
pesar del mensaje alentador del papa Francisco. Por otra parte, nos movemos
en un mundo que, en estos momentos de crisis, revela aún más la
inhumanidad y la injusticia sobre la que se asienta. Mientras tanto sigue
creciendo la locura del terrorismo y la incapacidad para buscar fórmulas de
convivencia por vías democráticas de dialogo. La Iglesia ha de recordar que,
antes que «lugar de culto» o «instancia moral», ha de entenderse a sí misma
como «comunidad de la esperanza».     José Antonio Pagola
Nueva etapa evangelizadora. 1. Recuperar el proyecto de Jesús..                        
           

BÚSQUEDA CREATIVA

A pesar de su aparente
 inocencia, la parábola de los 
talentos encierra una carga 
explosiva. Es sorprendente 
ver que el tercer criado es
condenado sin haber cometido 
ninguna acción mala. Su único 
error consiste en no hacer nada: 
no arriesga su talento, no lo hace fructificar, lo conserva intacto en 
un lugar seguro.
El mensaje de Jesús es claro.
No al conservadurismo, sí a la 
creatividad. No a una vida estéril, 
sí a la respuesta activa a Dios. 
No a la obsesión por la seguridad, 
sí al esfuerzo arriesgado por 
transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo, sí 
al trabajo comprometido en abrir 
caminos al reino de Dios.
El gran pecado de los seguidores de Jesús puede ser siempre el no
arriesgarnos a seguirlo de manera creativa. Es significativo observar el
lenguaje que se ha empleado entre los cristianos a lo largo de los años
para ver en qué hemos centrado con frecuencia la atención: conservar el
 depósito de la fe; conservar la tradición; conservar las buenas
costumbres;conservar la gracia; conservar la vocación...
Esta tentación de conservadurismo es más fuerte en tiempos de crisis
religiosa.Es fácil entonces invocar la necesidad de controlar la ortodoxia, 
reforzar la disciplina y la normativa, asegurar la pertenencia a la Iglesia... 
Todo puede ser explicable, pero, ¿no es con frecuencia una manera de 
desvirtuar el Evangelio y congelar la creatividad del Espíritu?
Para los dirigentes religiosos y los responsables de las comunidades
cristianaspuede ser más cómodo «repetir» de manera monótona los 
caminos heredados del pasado, ignorando los interrogantes, las 
contradicciones y los planteamientos del hombre moderno, pero ¿de 
qué sirve todo ello si no somos capaces de transmitir luz y esperanza a 
los problemas y sufrimientos que sacuden a los hombres y mujeres de 
nuestros días?
Las actitudes que hemos de cuidar hoy en el interior de la Iglesia no se
llaman «prudencia», «fidelidad al pasado», «resignación»... Llevan más
bien otro nombre: «búsqueda creativa», «audacia», «capacidad de riesgo»,
«escucha del Espíritu», que todo lo hace nuevo.
Lo más grave puede ser que, lo mismo que el tercer criado de la parábola,
 actitud conservadora, cuando en realidad estamos defraudando sus
expectativas.
 El principal quehacer de la Iglesia hoy no puede ser conservar el pasado,
sino aprender a comunicar la Buena Noticia de Jesús en una sociedad
sacudida por cambios socioculturales sin precedentes.

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