La lira
y la poesía
se hacen
siesta
sin
cigarra que arrulle
durmiendo
la canícula.
Es el
silencio,
a pesar
del agosto vespertino,
helado y
helador¡
de seres
yertos,
de
cadáveres fríos,
de
horror que se confunde congelado
con cera
derretida
del
cirio consumido.
¡Cataclismo!
Será grito de algunos,
huída,
desencanto, desolación,
llanto
negro de lágrimas negras,
será el
canto de otros.
¡Hay que
salvar al hombre!
habrá
también quien grite
con la
esperanza desesperanzada.
Y yo,
tal vez, tras pasar esos pasos,
recogeré
mis lágrimas,
hechas
barro en cenizas,
recogiendo
los hijos muertos
del
silencio nuestro
que no
quiso ser rostro
de
lucha, esfuerzo y esperanza
y se
quedó escondido en labios entreabiertos,
disimuladores
cínicos
de un
decir que no dice,
de un
huir sin dar pasos,
de un
cambiar la vida
por
lentejas calientes.
José
Luis Molina
29 de julio 2017
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