sábado, 25 de febrero de 2017

Y EN ESTOS VEINTE AÑOS SEGUIMOS CANTANDO LAS HAZAÑAS DEL DIOS DE LOS POBRES

“Cantaremos tus hazañas , Señor, Señor;
lo que has hecho con tu pueblo, Señor, Señor.
Porque vimos tu fuerza entre nosotros
cuando fuimos a luchar por lo que es justo;
cuando unidos, contra el miedo y el cansancio,
conseguimos la victoria sobre ellos.”
(Fragmento de una adaptación musical del Salmo 9)

Cuando tarareo está canción,  me remonto –más bien diría, nos remontamos, porque el sentir no es individual-  a la noche del 2 de junio del 2005, una noche que marcaría un antes y un después en el camino que llevo en la Lucha de los Pobres.
Aquella noche fría -hablando climáticamente- apostados en una huelga de hambre en las afueras del Palacio Arzobispal de Quito, convencidos de una lucha justa, la comunidad Sta. María del Inti encendía un fuego rojo e intenso en el fuero interno de cada uno de los presentes y cantaba, cantaba está canción convencida de lo que estaba haciendo,  y el Espíritu de Dios lo avivaba, no me cabe duda de esto.
Habíamos decidido desafiar a la jerarquía eclesial de Quito.  Sí, nosotros, la chusma de la periferia, un pueblo de pobres -por ello pueblo de Dios-  que gracias a dos curas rebeldes habían levantado la cabeza y la voz para no permitir que lo pisotearan.
Sí, esta noche marco para mí un antes y un después, porque los pasos que habíamos dado hasta aquella noche habían recorrido un largo trecho y después  habrían de avanzar significativamente,  con tropiezos y levantes hacia este presente.
El antes
Un 25 de febrero de 1997, dos curas barbudos españoles, bautizados como: José Luis Molina y Miguel Ángel Olmedo, aterrizan en Quito sin ánimo alguno de reproducir la conquista española, sino más bien, de echar raíces y hacer brotar la libertad del evangelio. Dos seres extraordinarios tanto en carácter,  en formación, en compromiso y experiencia comunitaria, pero sobretodo en humanidad, pisaban los Andes con mochila a sus espaldas.

Buscando a quién servir, se toparon con un suroriente abandonado con ganas de ser preñado de esperanza.  Y haciéndolo suyo, nació o renació una parroquia con el nombre de Sta. María de apellido indígena Inti (Sta. María del Inti)





Allí construyeron su casa, que poco a poco fue convirtiéndose en nuestra casa. Y abriendo brecha entre piedra, espinos y tierra fértil, abonaron y sembraron, con sus propias manos, con sus propios pies. Yo lo ví, doy testimonio de ello, del cariño con que nos sembraron, porque cada persona a la que extendieron su mano fue como semilla que creció, como crece  el trigo en el campo al amparo del labrador.

Con Miguel y José Luis, algunos  aprendieron a leer y a escribir textualmente, pero todos o la mayoría  quizá, aprendimos con ellos, que había que  leer  las entrelíneas de la vida, la profundidad que conlleva cada momento, cada persona, cada decisión y así fuimos reconociendo nuestros lados oscuros y la necesidad de conversión.
La parroquia nos hizo crecer y ella mismo creció en extensión, en responsabilidades, en compromiso, en exigencias y en humanidad.  La semilla se había convertido en árbol y en sus ramas, hacían nido los  pájaros de la organización (Consejo Parroquial), del servicio (Escuela Inti, Fondo de Solidaridad), de la conciencia (Escuela de Laicos, Acción Social) y de la celebración gozosa de la vida (Liturgia), entre otros.








Nos habíamos puesto en pie,  habíamos descubierto el sentido de la fe en un Dios que nos quería: LIBRES, HONESTOS Y DIGNOS.
Pero la oscuridad no soporta la luz, y el Inti -como habíamos aprendido a llamar a nuestra parroquia-  había empezado a trastornar a la autoridad eclesiástica y a todo aquel que aferrado a su ceguera religiosa no soportaba la luz del evangelio. El hacha del poder quería cortar nuestro árbol.
Así llegamos a aquella noche en el 2005, a dar nuestro mejor combate, una comunidad humilde del sur de Quito,  endilgada de romper el orden establecido, acompañada por dos curas rojos, dos curas LIBRES, HONESTOS Y DIGNOS.
“Cantaremos tus hazañas, Señor, Señor;
lo que has hecho con tu pueblo, Señor, Señor.
Son muchos los que oprimen a los pobres
y encarcelan al que fue siempre inocente;
no te calles, Señor, ven a nosotros,
esperanza del pueblo que combate.”


El después
Desde el 2 al 12 de junio del 2005, cinco compañeras nuestras se mantuvieron en huelga de hambre, acompañadas por una comunidad radicalmente decidida a honrar su historia. El Dios bueno, padre y madre que conocimos con José Luis y Miguel no nos desamparó en aquellos días y levantó la huelga de hambre, en una batalla similar a la de David y Goliat.

Este fue el momento culmen en que el Inti cortaría el cordón umbilical con la iglesia quiteña bautizándose como Intiruna (Ser humano del Sol, hombre y mujer del Sol).  Un bautizo de fuego al cual habíamos sido convocados desde la sacramentalidad de la vida compartida con nuestros sacerdotes.





Ellos en cambio amenazados de suspensión A Divinis, lograron sortear la perversidad del clero guiados por la solidaridad de  Monseñor Luna Tobar y así, con paso firme volvieron a su casa, a nuestra casa en la Lucha de los Pobres. 
Han pasado ya varios años desde aquellos acontecimientos y el tiempo que pasa silenciosamente pero que arriba con sol, lluvias y tormentas,  hizo brotar nuevas hojas en el árbol del Inti y los pájaros que habían nacido en él, empezaron a fortalecer sus alas  aunque costaba entender que aquello  implicaba autonomía para volar.
Con firmeza y coherencia Miguel y José Luis nos acompañaron y nos acompañan en este enrumbar del vuelo y aquí estamos queriendo surcar el cielo a 20 años de celebrar su llegada a la periferia del suroriente.

En medio de tanto camino andado, ellos ya no son los barbudos españoles, son nuestros pastores, los amigos: el Peregrino de la Cabeza Nevada y el Hombre Pájaro, quienes nos han abrazado en los momentos más terribles, con quienes hemos reído a carcajadas sonoras, con quienes hemos discutido hasta las lágrimas en ocasiones y con quienes hemos brindado con el vino de la comunión por los milagros que hemos visto y construido juntos.




“Cantaremos tus hazañas, Señor, Señor;
lo que has hecho con tu pueblo, Señor, Señor.

Juzgarás a los gobiernos con justicia;
tú gobiernas con justicia verdadera.
Te aclamamos,defensor de los de abajo,
de los pobres y oprimidos de la tierra.”

Y sí, cuando tarareo está canción hago conjunción de una experiencia que hoy 25 de febrero del 2017 me enorgullezco de contar y celebrar porque Dios ha sido misericordioso con nosotros y ha pintado de la mano de dos curas rebeldes, nuestros profetas, pinceladas de Utopia en nuestras vidas.
Gracias Miguel y José Luis por estos años, gracias por haber elegido nuestra tierra y a pesar de los pesares seguir apostando por nosotros…
¡HASTA LA VICTORÍA DEL REINO, SIEMPRE!
SALUD!!!

Marcia Toca

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