jueves, 31 de diciembre de 2015

¿ES POSIBLE UN MUNDO DIFERENTE? 2016







016 ¿ES POSIBLE UN MUNDO DIFERENTE?
JUAN ZAPATERO BALLESTEROS, sacerdote, zapatero_j@yahoo.es
SANT FELIU DE LLOBREGAT (BARCELONA).
ECLESALIA, 01/01/16.- Decía Baden-Powell, fundador de los Scouts, en su testamento espiritual: “Intentad dejar este mundo mejor de como os lo encontrasteis”.
Hay momentos en la vida en que uno se para a pensar sobre su persona, sobre el mundo en general que le rodea o sobre ciertas realidades del mismo. A veces lo hacemos de manera inconsciente, otras, en cambio, aprovechando de manera un tanto instintiva ciertos momentos que la vida misma nos depara. No cabe duda que un momento muy propicio para hacer este ejercicio acostumbra a ser por norma general el comienzo de un nuevo año. De entrada, deseamos los mejores augurios para nuestros familiares, amigos y personas cercanas a nuestras vidas, resumido todo ello en la máxima felicidad posible. Casi se puede decir que es como un rito establecido y muy arraigado en todas o en la mayor parte de las culturas, y sobre el que no tengo nada que decir en su contra, pues al fin y al cabo en nuestras relaciones humanas los ritos ocupan un lugar muy importante. “Es bueno que haya ritos”, dijo el zorro al Principito.
Pues bien, a pesar de ello y teniendo en cuenta que así lo creo, no es mi intención convertir el comienzo de un nuevo año en un rito más de la vida, desprovisto del sentido profundo que, tal como pienso, debiera de tener y, si se me apura un poco, de manera quizás especial. Por ello quiero que vaya de antemano un “¡feliz año!” para todas y todos los seguidores de Eclesalia, sin que os quepa la menor duda de que es un deseo que me sale desde lo más profundo del corazón. Al utilizar el adjetivo “feliz” me ha venido una vez más a la mente algo que llevo muy clavado dentro de mí, como es el hecho que no puedo ser feliz ni puedo desear que tú también lo seas si nuestros alrededores no lo son o, lo que es peor aún, si están “preñados” de una gran infelicidad o, lo que es más grave, de un profundo sufrimiento. Pienso que no es el momento ahora de comenzar a enumerar situaciones de tragedias y de dolor que pudieran dar pie a pensar que soy un agorero de desgracias. Vaya por delante que no es ésta mi intención, ni mucho menos. Pero ello no quita que manifieste mi visión sobre la realidad, en su doble vertiente del mal y de las personas que lo provocan (o provocamos) y del bien, fruto precisamente de los hombres y de las mujeres que se esfuerzan (o nos esforzamos) para conseguir que así sea.
No me resigno a aceptar que las cosas son así y que poco o nada podemos hacer para que cambien. Si son así es debido precisamente a que los seres que habitamos el planeta lo hemos ido provocando a lo largo de los siglos. Lo cual me lleva a pensar que, si un día erramos el camino, es posible que de la misma manera podamos desandarlo. Lo que referido al caso que nos atañe significa que, no solamente es posible sino necesario transformarlo en un mundo más habitable y en un planeta respecto al cual todas y todos nos veamos implicados no solo de cara a respetarlo, sino a cuidarlo para que recupere el equilibrio que tantos desmanes por nuestra parte han provocado en él hasta el momento.
Quizás ahora se entienda por qué encabezaba este escrito las palabras de Baden-Powell. Es necesario, aunque para ser exactos yo diría que es urgente, que durante el nuevo 2016 el mundo, el nuestro personal, el de nuestro alrededor, el que solamente conocemos por lo que nos llega a través de los medios, etc. sea un poco, aunque puestos a pedir, ¿por qué no? un “mucho” mejor. Que toda persona tenga acceso a la cultura, que la sanidad esté al alcance de todo ser humano que se encuentra enfermo, que no existan estómagos vacíos porque no les llega el alimento que les pertenece, que ningún niño, anciano, o cualquier otro ser atribulado y triste no reciban cariño, que nadie se vea obligado a abandonar su hogar y su tierra por ningún motivo, que comience a repartirse la riqueza de una manera más equitativa y justa, que se acabe la explotación en todas sus facetas y dimensiones respecto a todo tipo de personas, que el pensamiento y la religión, entre otros, no sean factores de división y de enfrentamiento, sino razones diferentes que nos lleven a trabajar por los ideales más nobles. Que el Universo y el Cosmos no solamente sean respetados, ¡qué menos!, sino queridos como algo que forma parte inseparable de nuestra condición humana. En fin, en las manos da cada una y cada uno dejo lo que creamos que valdría la pena seguir añadiendo.



Es posible que, si lo intentamos, el 2016, a medida que lo vayamos viviendo, nos resulte diferente, en el sentido de comprobar que hay personas que poco a poco van saliendo del pozo en que se encontraban hundidas y que en sus vidas comienza a renacer la esperanza. No me digas que esto no es apasionante, a la vez que, casi con toda certeza, va a hacer que seamos un poco más felices (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
¡FELIZ AÑO!

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